«Éramos unos cien trabajadores, treinta de ellos en Dúrcal»

El durqueño Juan Ibáñez Puerta trabajó durante quince años en El Cable, donde era soldador

`Yo era soldador en el cable, y salí amucho a la línea. Había seis estaciones, en las que daba la vuelta el cable y agarraba ya otro tramo para seguir adelante.. Había seis dispositivos, que anclaban el cable. Luego había unas pesas en las estaciones, que era lo que hacía la tensión del rabié’. Quien así se explica es el durqueño Juan Ibáñez Puerta, apodado «Marquillea», que trabajó durante más de 15 años en el Cable.

Había un múltiplo, que estaba en Mondújar. Se llamaba así porque era el puesto más alto, y multiplicaba el peso. Aquello lo hicieron mal hecho, de madera, y le llovía, así que las maderas se acabaron pudriendo y el dispositivo se estropeó. Luego lo fuimos reponiendo. Tranvías y El Cable eran la misma compañía. Pese a las reparaciones, la compañía comenzó una crisis que le llevó a la quiebra.

Porque allí, por lo que se ve, los mayores accionistas se metían a jefes, para sacar dinero.

‘El Cable -continúa relatando Juan Ibáñez- llegaba hasta Motril. Transportaba de todo. Para acá, mayormente carbón y cemento y para allá, harina, mucho azúcar y caña dulce. También pescado, pero si había una avería y se paraba, se podría por ahí, en la línea.

– ¿Había carretera entonces?

– Era una carretera muy mala. La modificaron por dos veces, hasta que se quedó como está ahora.

Había -continúa- ciertas estaciones que facturaban mercancías. Bueno, prácticamente en todas ellas. En Dúrcal, Mondújar, Rules, Vélez, de allí a la Gorgoracha, luego hasta Motril y finalmente al Puerto. Hacía dos viajes diarios, porque llevaba una marcha de veinte kilómetros por hora. Había un cable que le llamábamos «el cable tractor», que era el que tiraba, las cogía en unos enganches, levantaba la vagoneta, la cogía en una mordaza, y era el que tiraba de la vagoneta, a dar vueltas. Y en las estaciones, agarraba otro. Allí ya soltaba ese cable y agarraba otro. Las vagonetas iban cargadas, pero si no había cargamento, le echaban agua, porque así hacía contrapeso y facilitaba la circulación de las vagonetas.

En cada trayecto había un guarda, y dos celadores, uno en Motril y otro en Dúrcal, un jefe de línea, y luego ya el director, el ingeniero y toda esa gente.

– ¿Cuánta gente trabajaba aquí, en Dúrcal, en el cable?

– En carga y descarga eran todos de Dúrcal, y en el taller, que éramos unos veinte, había aproximadamente la mitad gitanos. Entonces no había gente que supiera el oficio ni nada. Y entre los gitanos había muchos que sabían. Y estábamos trabajando allí todos juntos. Luego, por donde iba pasando había guardas y toda clase de personal, y en el puerto había también mucha gente. Allí era donde se cargaba el carbón y se descargaba la mercancía que se cargaba aquí. De aquí para allá se llevaban harinas, y cementos, y para acá sobre todo carbón. Cuando de Dúrcal para allá no había carga, había que echarle agua a las vagonetas.

– ¿Cuántos eran en total trabajando en el cable?

– En total, sobre cien personas. Aquí en Dúrcal alrededor de 30, otros tantos en el puerto, y en cada estación había por lo menos un motorista y un jefe de estación. Yo calculo que en total, entre 80 y 100.

El taller de vagonetas

Juan recuerda no sin cierta nostalgia sus tiempos en El Cable. ‘Las vagonetas averiadas las traían todas aquí a Dúrcal, para soldarlas en el taller. Había un taller aparte, y la soldadura la hacía yo de noche, en el taller de vagonetas’. Un recuerdo también plagado de anécdotas. «Cuando la guerra – dice- a todos los que éramos plantilla nos militarizaron, y el que estaba actuando tenía que ir a donde lo mandaran, forzoso. El que no iba lo despedían y no iba. Pero yo tenía que ir porque estaba mi quinta actuando. Me lo hicieron saber antes de militarizarme. Y la línea pasaba por entre medias de las dos líneas de fuego. Yo tenía que ir arreglar las averías, y tenía un peligro grande. En una ocasión me dieron un tiro en una pierna que me atravesó en lo alto de un castillete. Para ir a los lugares donde se habían producido averías, teníamos una vagoneta que estaba blindada, con una chapa gorda, para que no la atravesaran. Pero se ponían por debajo y tiraban para arriba