LOS VALORES CULTURALES


Las acequias conducen el agua hasta los pequeños bancales labrados en las laderas.


Los olivos del Valle adquieren unas dimensiones sobresalientes en comparación con los del resto de Andalucía.


Romería de Dúrcal.


Loma sobre la que se encuentra situado el Castillo de Mondújar.


La Ermita del Santo Cristo de Talará ocupa un lugar estratégico dentro del pueblo.


Iglesia de San Sebastián de Pinos del Valle (BIC).


Acequia del Molino del Sevillano.


La torre del Molino del Pago del Olivón destaca entre las tapias del camino de acceso al mismo.


Cortijo de la Mezquita.


Casa cueva de Nigüelas.


Puente antiguo de Tablate.


Cuevas del Río Santo.


Termas romanas de Feche en Mondújar.

El Valle de Lecrín presenta un rico y variado patrimonio ecocultural, entendido como el conjunto de bienes de valor histórico, artístico, científico y natural, herencia acumulada durante siglos y huella de la íntima relación entre hombre y medio, que aparte de su valor como referente de la identidad comarca¡, puede convertirse en un factor potenciador de nuevas iniciativas de desarrollo económico y social. El necesario nivel de compatibilidad entre el respeto a los valores inherentes al patrimonio con su propia capacidad para generar desarrollo, garantizando la conservación, acrecentamiento y transmisión a las futuras generaciones, es motivo suficiente para su análisis e inclusión como parámetro de valorización del territorio, con especial incidencia sobre los bienes culturales declarados monumentales o de alto valor etnológico y aquellos elementos del patrimonio natural que por su singularidad o fragilidad de sus ecosistemas son objeto de protección y de regulación de uso a través de alguna de las figuras de protección medioambiental existentes.

UN RICO PATRIMONIO CULTURAL

El patrimonio cultural puede ser entendido como las propias señas de identidad de la población, es decir, aquellas tradiciones, costumbres, modos de vida, valores y formas de relación social que hoy son referentes de una identidad local o comarca¡ percibida como herencia colectiva, creada, transformada y transmitida de generación en generación. Estas señas de identidad constituyen el legado colectivo que se condensa en la historia local, se manifiesta en una serie de costumbres y de saberes y se materializa en edificaciones y en "paisajes culturales".

Pero hay que tener en cuenta que no todo el legado colectivo puede ser considerado patrimonio. Lo que diferencia a los bienes patrimoniales del resto es la tradición y la relevancia cultural; criterios que le confieren su singular valor, basado en su antigüedad, en su contenido artístico o su carácter monumental.

Esta interpretación globalizadora del patrimonio cultural es la que recoge la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía de 1.991 al definirlo como el conjunto de "todos los bienes de la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, en cuanto se encuentren en Andalucía y revelen un interés artístico, histórico, paleontológico, arqueológico, etnológico, documental, bibliográfico, científico o técnico para la Comunidad Autónoma".

EL PATRIMONIO ETNOLÓGICO

El Patrimonio Etnológico tal y como se entiende en la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, está compuesto por "los lugares, bienes y actividades que alberguen o constituyan formas relevantes de expresión de la cultura y modos de vida propios del pueblo andaluz". Desde este supuesto, el ámbito del Patrimonio Etnológico está compuesto por las manifestaciones de carácter inmaterial, es decir, las actividades, procedimientos, costumbres, usos y creencias; y por aquellas otras de carácter material (bienes muebles e inmuebles) que son manifestación concreta de las anteriores y, por tanto, están íntimamente relacionados con las activiades que les han dado razón de ser.

Sin embargo, en este trabajo se ha extraído el Patrimonio Arquitectónico para su estudio individualizado, y se ha considerado al patrimonio etnológico como el conjunto de manifestaciones culturales, de carácter inmaterial, que sean representativos del modo de actuar y de concebir el mundo por parte de una sociedad en un momento y lugar determinados.

Culturas y saberes tradicionales

Entre las actividades tradicionales más representativas de la cultura del Valle de Lecrín se encuentra la agricultura, dentro de la cual destacan las distintas técnicas y tipos de cultivo como elementos integrantes de este tipo patrimonial intangible.

La situación agraria actual del Valle se inicia en el siglo XVI, cuando se produce la expulsión de los moriscos tras su sublevación contra Felipe II. El rey dividió sus tierras en parcelas de tamaño muy pequeño, llegando incluso a ser inferior a media hectárea en el caso del regadío, de forma que fueran cultivadas por los nuevos pobladores.

En todos los municipios, exceptuando Dúrcal y Pinos del Valle, predominaba el secano sobre el regadío; sin embargo, hay que destacar la importancia de este último debido a su mayor valor y rendimiento.

Las técnicas de regadío que emplearon los cristianos eran herencia de los musulmanes, que fueron los que establecieron las bases de distribución del agua, la red de acequias para el riego, etc., que todavía hoy siguen vigentes en su totalidad o han sufrido modificaciones mínimas. Para la implantación del regadío, además de tener disponibilidad de agua, es necesario que el suelo tenga de manera natural o adquiera de forma artificial una horizontalidad conveniente para hacer posible la asimilación del agua por la tierra sin favorecer la acción erosiva del suelo. Al no disponer el Valle de Lecrín de grandes superficies horizontales, los musulmanes abancalaron las laderas o vertientes de la montañas hasta convertirlas en pequeños escalones donde desarrollaban la todavía existente agricultura de regadío en bancaleras. Estas prácticas tradicionales han convertido el paisaje de Valle de Lecrín en una sucesión de escalinatas, cuyos escalones son unas veces amplios y de poca altura y otras estrechos y de gran desnivel, surcadas por sofisticados sistemas de acequias.

Los principales cultivos de regadío han sido el olivar, el cereal y los cítricos, y en especial, estos últimos confieren al Valle una de sus características más originales, siendo la única comarca naranjera y limonera de toda la provincia.

El cultivo de los cítricos, debido al carácter microclimático del Valle, ha estado presente en esta comarca desde muy antiguo y hoy constituye un elemento característico de su paisaje y una de las más firmes bases de su futuro económico. Empezaron a extenderse a partir de Béznar y después hacia Melegís, posteriormente Chite, Murchas, Restábal, Saleres y Pinos del Valle. Este cultivo adquiere destacada originalidad ya que desde el primer momento aparece asociado al olivo (y, en menor proporción, al almendro). Ambos se benefician de esta convivencia, al mismo tiempo que dan un carácter especial y típico al paisaje, a lo que contribuye la constitución de los olivos con gran desarrollo vertical y abundancia de follaje por beneficiarse de los cuidados que se les da al frutal, que, de esta forma, proporcionan abrigo a los naranjos frente a las heladas y más a menudo contra los impetuosos y fríos vientos que suelen azotar la zona.

Íntimamente relacionada con la producción agrícola, en el Valle de Lecrín se desarrolló una actividad industrial de transformación agraria de fuerte componente artesanal. Como resultado de los procesos industriales que se llevaban a cabo: trilla, molienda del cereal, molturación de la aceituna, etc., nos ha sido legado un sencillo pero rico patrimonio: eras de trilla, molinos, almazaras, etc., el cual se tratará en el epígrafe correspondiente al Patrimonio Arquitectónico.

Las actividades tradicionales desarrolladas en espacios públicos, como el "lavar en los lavaderos", el abastecimiento de agua en las fuentes o la compra en los mercados y plazas de abastos, también nos legan un rico Patrimonio Arquitectónico (Lavadero del Tío Bayo en Albuñuelas, la Fuente "El Chorreón" en Béznar, etc.). Su importancia radica en las relaciones sociales que favorecían, por lo que muchos de los espacios donde se realizaban se vieron transformados en lugares para la interacción.

Las actividades realizadas en el ámbito doméstico, como las matanzas, conservas de alimentos, artesanías, etc., tuvieron gran relevancia antaño como complemento de las economías domésticas, y fueron determinantes en la configuración de la estructura de la vivienda tradicional, de forma que las huertas, corrales y cuadras se incluían en las viviendas compartiendo espacio con la propia zona habitada. A pesar de que la mayoría de estas actividades ya no se llevan a cabo en el contexto de la vivienda, sí se mantienen como celebraciones colectivas como es el caso de la fiesta de la naranja y de la fiesta de la matanza.

Fiestas tradicionales

Las fiestas populares son las expresiones culturales más externas de la forma de sentir de un pueblo y de su adscripción a un territorio concreto, por lo que marcan sus transiciones culturales en el tiempo, la estacionalidad de las tareas productivas tradicionales, etc.

Para el presente estudio, interesan aquellas manifestaciones festivas que aún se conservan y que se llevan a cabo en plena naturaleza, que son aquellas que pueden verse afectadas por la instalación de parques eólicos, ya que se celebran en potenciales emplazamientos. Algunos ejemplos de las mismas son la Romería de Dúrcal y la tradicional fiesta de Hornazos, de Dúrcal, Cozvijar, Nigüelas y Albuñuelas, que se celebran en el campo donde se reúnen amigos y familiares en torno a exquisitos platos tradicionales.

EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO

El Patrimonio Arquitectónico engloba aquellos elementos inmuebles representativos de la cultura material andaluza en todas sus actividades y manifestaciones, que fuesen significativos o tuviesen interés histórico, artístico, ambiental o antropológico. Por tanto, está integrado por edificaciones de carácter religioso, cultural, defensivo, etc.; edificaciones o infraestructuras relacionadas con actividades productivas, como son los cortijos, eras, molinos, acequias, etc.; infraestructuras de comunicación; y espacios públicos de relación como plazas, mercados, lavaderos o fuentes. Su importancia radica en que posee la cualidad de caracterizar el paisaje y singularizar cada uno de sus pueblos, y en él se pueden leer las antiguas formas de vivir y trabajar unidas a las características económicas y sociopolíticas del devenir histórico del pueblo andaluz.

La Ocupación del Valle: el legado patrimonial

El Valle de Lecrín tiene una situación privilegiada entre la Depresión del Genil y el litoral mediterráneo, lo que lo convierte en un lugar de paso obligado entre la costa, la Alpujarra y Granada, de forma que su ocupación data de muy antiguo. A pesar de ello, es durante la ocupación musulmana cuando se configura la fisonomía agrícola y urbana del Valle, que se va a prolongar, con las transformaciones lógicas aportadas por las sucesivas repoblaciones, hasta bien entrado el siglo XX.

La práctica totalidad de los pueblos del Valle, incluyendo los desaparecidos, fueron alquerías o barrios integrados en entornos agrícolas irrigados y defendidos por fuertes o castillejos de mayor o menor envergadura. Esto es consecuencia de la gran importancia que tuvieron dentro de la sociedad musulmana las construcciones defensivas, no sólo a nivel militar sino también como núcleo catalizador en torno al cual se desarrollaban las poblaciones al amparo de su seguridad. Hacia mediados del siglo XVI, en el Reino de Granada se cifran en 61 los castillos en torno a los cuales se asentaba un núcleo poblacional y 140 alquerías; pero la mayoría de estas aldeas han desaparecido o permanecen como cortijos o haciendas de mínima importancia actual, a pesar del esplendor que tuvieron en la época nazarí.

Entre las edificaciones defensivas más antiguas del Valle cabe mencionar, como único castillo de la época califa¡, el Castillo de Murchas o de Lojuela, que ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Se levanta sobre una ladera que cae abruptamente desde el río Dúrcal y, al ser uno de los mejores conservados de toda la comarca, se pueden distinguir sus principales elementos: el torreón y el recinto.

En el corazón del Valle, colgado sobre un escarpe de 879 metros entre los Barrancos de Fuentezuela y del Castillo, se erige el célebre Castillo de Mondújar, también con la categoría de BIC.

En Dúrcal se conservan otros dos baluartes defensivos de época musulmana, los cuales también han sido declarados BIC. El Fuerte de "Máhina" o "Márgena", del que queda en pie únicamente la esquina de un edificio o amurallamiento, que pudo pertenecer al "barrio de Márgena", mencionado en la célebre historia de la rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada del gran historiador granadino Luis del

Mármol Carvajal (s. XVI). Y el Peñón de los Moros, datado de época nazarí por la cerámica en él encontrada, que fue una fortaleza que dominaba una vasta extensión del Valle de Lecrín y el paso medio del río Dúrcal.

Además de estos elementos y otros muchos como el Castillo de Restábal, el Castillo de Albuñuelas, El Castillejo de Nigüelas (BIC), etc., que se encuentran en peores condiciones de conservación, el sistema defensivo del Valle de Lecrín fue reforzado con una serie de atalayas como la de Cónchar o la de Saleres.

La posterior ocupación del Valle por los cristianos deja como legado una gran cantidad de iglesias y ermitas, que poseen gran valor patrimonial y paisajístico ya que las torres de las iglesias son visibles desde puntos alejados y, de igual forma, la localización estratégica de las ermitas las convierten en hitos paisajísticos. Además, la mayoría rondan los 500 años de antigüedad, ya que empezaron a levantarse a mediados del siglo XVI por los alarifes moriscos cuando la cristianización del Reino de Granada impulsa la sustitución de las mezquitas por iglesias con el fin de instaurar el culto al nuevo estado, y encierran entre sus muros una serie de imágenes, retablos u otros enseres que engloban los diferentes estilos artísticos de estas épocas pasadas, siendo uno de los sitios donde mejor se refleja nuestro más reciente pasado histórico.

Posiblemente, la más antigua de estas iglesias moriscas sea la Iglesia de Béznar. De entre las numerosas ermitas es destacable, por su atractivo paisajístico, la Ermita del Santo Cristo del Zapato de Pinos del Valle, que se encuentra integrada en la roca de la cúspide del monte del que recibe su nombre, siendo su elemento más característico una gran cruz en la cúspide del monte. También tienen un interés especial la Ermita del Santo Cristo de Talará, la Ermita de San Sebastián (BIC) de Pinos del Valle y la Ermita de la Virgen de las Angustias de Tablate.

Las huellas del agua

En una zona como el Valle de Lecrín, dominada por grandes complejos serranos como Sierra Nevada e irrigada por importantes cursos fluviales como el río Dúrcal, Torrente, Albuñuelas e ízbor, el agua es el elemento que más ha determinado históricamente la morfología del paisaje, cobrando una gran importancia los denominados "paisajes del agua".

En la prehistoria el agua era aprovechada mediante las infiltraciones de los sistemas calizos, generando uno de los principales hábitats en torno al agua, las cuevas.

Los romanos aprovecharon los cursos fluviales para poner en práctica una ingeniería hidráulica consistente en la conducción del agua a través de canales que sorteaban obstáculos y grandes distancias, y así llevar a cabo la explotación de los recursos del territorio. Los árabes reaprovecharon la infraestructura del regadío romano, ya deteriorada, ampliando e intensificando su utilización, y crearon acequias mayores, menores y brazales, con un ingenioso sistema de distribución del agua, base de su emergente agricultura. Por tanto, la mayoría de las acequias del Valle datan del 1.400. Además, utilizaron una gran cantidad de ingenios como molinos, almazaras, acequias, albercas, etc. que también salpican nuestro paisaje agrícola actual.

Las acequias moriscas de Dúrcal (acequia de la Moranja, que toma el agua del río Torrente y las acequias de Márgena y de Marchena, que la toman del río Dúrcal) tienen un valor patrimonial destacable entre las numerosas acequias que recorren el Valle. Servían para el riego y el abastecimiento de unos aljibes de donde se cogía el agua para las casas. Por tanto, son las venas principales, a partir de las cuales salen infinidad de pequeñas acequias que se distribuyen por cada una de las fincas. Las acequias de Márgena y de Marchena se caracterizan por tener un sistema mediante el cual entra el agua por un orificio inferior y cuando están llenas, el agua sobrante sale por otro orificio superior de manera que es devuelta al río.

Otra acequia destacable es la acequia de los Arcos o Acueducto Romano de Cónchar-Murchas, que toma el agua del río Dúrcal, en la jurisdicción de Cónchar, para regar la vega de Melegís. Tiene unos arcos de procedencia romana, situados cerca de los "Peñones Negros", que marcan el límite de Cónchar, muy cerca del Castillo de Murchas. Parte de los arcos se han caído recientemente y han sido sustituidos por bloques para que pueda seguir pasando el agua.

También tienen especial valor el Puente de los Moros, que es un acueducto situado en Pinos del Valle, y la alberca de los Llanos, que se encuentra en el antiguo camino que unía Chite con Pinos del Valle.

Otras construcciones que forman parte de la cultura del agua que los musulmanes legaron al Valle son los molinos hidráulicos, que hasta finales del siglo XIX y principios del XX fueron utilizados como las principales fuerzas motrices de la molienda. El principal tipo de molino utilizado por los pueblos musulmanes fue el horizontal, constituido por una rueda motril horizontal con palas. La fuerza motriz la obtenían a partir de una corriente de agua natural, que era desviada y conducida por la red de acequias hasta el lugar de la molienda.

La mayor parte de estos molinos están muy derruidos, pero algunos han sido restaurados y en la actualidad son hospedajes rurales, como es el caso de los molinos de Dúrcal.

En Acequias se encuentra uno de los dos únicos molinos de aceite con sistema de torre que existen en la comarca, junto con el Molino de Mondújar. Esta antigua almazara está situada en el entorno de las "Alberquillas", en el Pago del Olivón, por lo que se llama Molino del Pago del Olivón. En este mismo entorno se sitúan otros dos molinos; el Molino del Sevillano, que ha sido restaurado para convertirse en un museo y centro de estudio dedicado al agua, y el Molino de las Alberquillas, que es un molino con sistema de rampa del que hoy en día sólo quedan los cárcavos y el cubo.

Otros molinos de gran valor son el Molinillo de Mondújar, el Molino de Lojuela, la Fábrica de Harina de Murchas, el Molino de Piedra Orondas Hordadas de Melegís, entre otros.

La vivienda tradicional

En la construcción de las viviendas más antiguas se usaron materiales de la naturaleza, como piedra y arcilla, mezcla de cal, grasa y arena, etc. Además, el exterior de las viviendas se encalaba, de forma que adquirían una blancura característica. El tipo de cubierta más usual era el tejado construido de tejas curvas (teja morisca), lo que diferencia a las viviendas del Valle de las viviendas con cubierta plana características de Ia Alpujarra. Además, la vivienda tradicional cumplía dos funciones fundamentales: a parte de servir como refugio para el hombre, constituía un instrumento de trabajo al servicio de las actividades agrícolas y ganaderas; de forma que los dos tipos de dependencias aparecen mezclados entre sí, constituyendo un ejemplo típico de casa-bloque con desarrollo en altura y planta pequeña, que carece de patio. Este tipo de vivienda está relacionado con el carácter agreste de la comarca, que no ofrece grandes espacios horizontales y, por tanto, ha impedido que en el Valle de Lecrín se desarrolle el tipo de cortijo o casa- patio característico de la Vega de Granada, a pesar de la proximidad entre ambas. únicamente en las viviendas de labradores muy acomodados surge una separación entre la parte habitada y la dedicada a la agricultura, llegando a distribuirse en torno a un patio central, como es el caso del Cortijo de la Mezquita en Marchena


Antiguo molino bajo el Puente de Lata, en Dúrcal, que fue transformado en fábrica de productos biológicos y que ahora cuenta con hotel rural y restaurante.

Otro tipo de viviendas que existen en el Valle de Lecrín, aunque totalmente abandonadas, son las cuevas, que son relativamente abundantes en El Padul y Nigüelas.

Las comunicaciones históricas

A pesar de que a esta zona se la conoce como Valle, su estructura morfológica está bastante quebrada por una serie de valles fluviales que terminan formando una serie de cuencas más o menos pronunciadas que hay que sobrepasar para ir de un lugar a otro. En consecuencia, a través de la historia se han ido creando una serie de puentes para poder trazar las vías de comunicación, las cuales se han ido adaptando a los tiempos históricos en los que se establecían.

Hasta mediados del siglo XIX todas las culturas que pasaron por esta zona mantuvieron el mismo sistema de comunicación a través de "caminos de herradura", como son el Camino Real de las Alpujarras que se dirigía hacia Talará, Tablate y Lanjarón, y el Camino Real de Motril que iba hacia Motril a través de Cozvíjar, Albuñuelas, Saleres, Restábal y Pinos. A mediados del siglo XIX, el nuevo nivel tecnológico y la mentalidad reformista de la época establece la primera carretera Granada-Motril, denominada Carretera de Isabel II, que constituye la actual traza de la antigua carretera N- 323. En 1.980 se inician una serie de circunvalaciones para que la N-323 dejara de pasar por medio de las diferentes poblaciones. En 2.001 se abre el tramo de autovía Alhendín- Dúrcal y en 2.002 se inaugura el tramo Dúrcal-ízbor. Durante las obras de estos tramos de autovía, realizadas con arreglo a los parámetros europeos de impacto ambiental, se han rescatado 50 yacimientos arqueológicos, lo que señala el rico patrimonio que existe en el subsuelo entre el Suspiro del Moro y la cabecera del Valle de Lecrín.

También son reseñables las vías pecuarias, ya que aunque son unos caminos específicamente creados para el tránsito con ganado, al poner en contacto distintas zonas y decaer su uso ganadero debido al empleo de otro tipo de transporte y al cambio de tipo de ganadería, actualmente se utilizan como sistemas de comunicación rural y lugares de recreo para explorar y conocer la naturaleza.

Las principales vías pecuarias del Valle son la Cañada Real de Granada a Almuñécar, la Cañada Real de Saleres a Jayena y la Cañada Real de la Marga.

Entre los puentes con mayor valor histórico y monumental cabe destacar los cinco puentes situados en el valle del río Dúrcal, que han ido evolucionando conforme avanzaba la tecnología, desde la solución de piedra de pequeña luz que presenta el Puente Antiguo, que data de época musulmana, y el Puente de Piedra de la antigua N-323, que es un puente con siete arcos de medio punto de la segunda mitad del siglo XIX (reinado de Isabel 11). Pasando por el Puente de Lata que fue realizado por un discípulo de Eiffel. Hasta las modernas soluciones de hormigón del puente sobre la autovía. También merece especial mención el Puente de Tablate, en el paso del antiguo Camino Real sobre el barranco de Tablate, que data de finales del siglo XVI y aún se conserva como una auténtica reliquia del pasado. El Puente del Camino Real atravesando el barranco de Canales, en Béznar. Y el Puente de Natalio Rivas sobre el río Torrente, en Acequias, entre otros.

EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO

Forman parte del PatrimonioArqueológico los bienes muebles o inmuebles de carácter histórico y cultural susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica, así como los elementos geológicos y paleontológicos relacionados con la historia del hombre y sus orígenes y antecedentes.

También para describir los elementos integrantes del Patrimonio Arqueológico se aplica un sentido reducido al término, ya que el estudio se centrará en los de época medieval y anterior, y sólo se hace referencia a localizaciones consideradas convencionalmente como yacimientos, ya que se recogen el resto de los elementos en los apartados anteriores.

Zonas arqueológicas y yacimientos

En el Cortijo del Aguadero, en el Padul, existen unos restos del Paleolítico Medio, encontrados en 1.982 durante la explotación de la turbera. Se tratan de restos de dos mamut que vivieron hace 300.000 años en las proximidades de la laguna y que probablemente murieron ahogados en la zona lacustre que luego daría lugar a la turbera. También junto a la turbera se encuentran restos de este mismo período, consistentes en útiles I íticos musterienses (una raedera y una punta levallois), que señalan la presencia de campamentos Neandertales al lado de la laguna. Supone, por lo tanto, la existencia de poblamiento en el Valle de Lecrín durante el Paleolítico Medio. Sin embargo, los restos humanos más antiguos documentados en el Valle de Lecrín corresponden al Neolítico (alrededor de 12.000 años a.C.), época a la que corresponde la gruta de Cozvíjar, donde se encuentran la Cueva de los Ojos y la Cueva de las Cabezuelas, que está localizada en Cozvíjar cerca del arroyo de La Laguna, en la que se hallaron junto a restos humanos diversas muestras de industria lítica. También fueron habitadas en el Neolítico las Cuevas del Río Santo de Albuñuelas.

No existen documentos escritos que hablen de la existencia de algún poblamiento de época romana en el Valle de Lecrín, sin embargo la arqueología ha puesto al descubierto diversos yacimientos de importancia, todos de la época altoimperial, entre los que sobresalen las Termas romanas de Feche en Mondújar, que está protegida con la categoría de BIC. La Villa romana de los Lavaderos que se sitúa en Dúrcal, en el Pago de Las Fuentes, en una posición estratégica respecto a los recursos agrícolas. Y el Yacimiento Venta Hundida, situado en el Cortijo Hundido de Cónchar, que consiste en una sepultura romana de tégulas a doble vertiente con un solo cadáver.

De época árabe son reseñables el Yacimiento Barrio Bajo de Acequias, donde se cree que había un antiguo horno morisco, una mezquita e incluso algún macáber (cementerio árabe). El Yacimiento del Barrio Alto, situado a unos 500 metros río arriba del núcleo de Saleres, son restos de un antiguo barrio musulmán, aunque también hay algún resto romano.

UN PATRIMONIO NATURAL SIGNIFICATIVO

El patrimonio natural se puede definir como el conjunto de todos los elementos naturales que lo componen, tanto de naturaleza biótica como abiótica (ríos, valles, vegetación, fauna, etc.), así como la variedad de paisajes que conforman, que tienen un valor relevante desde el punto de vista estético, científico ylo medioambiental. Así, el Patrimonio Natural lo constituyen las reservas de la biosfera, los monumentos naturales, las reservas y parques naturales, y los santuarios de la naturaleza.

El Valle de Lecrín es una zona de extraordinaria belleza natural, en la que se encuentran una gran cantidad de elementos y parajes de gran valor ecológico. El excepcional microclima que existe en el Valle favorece el desarrollo de ecosistemas y especies vegetales y animales característicos, con una gran variedad paisajística. Colinas suaves son coronadas por bosques de pinos aromáticos, barrancos profundos, precipicios espectaculares y agua abundante..., siendo el telón de fondo del suave verde de los olivares, el rojo encendido de la tierra, el intenso verde de naranjos y limoneros, los almendros resecos y retorcidos...

ÁRBOLES SINGULARES

La protección de los árboles y arboledas singulares tiene una gran importancia ya que forman parte de nuestro patrimonio natural, independientemente de que su ubicación sea en pleno campo, monte o en ambientes urbanizados. Y es precisamente en estos últimos ambientes, en los que la presión humana y los intereses urbanísticos son enormes, donde en muchas ocasiones deben tomarse medidas urgentes antes de que desaparezcan ejemplares de notable interés.

Se consideran árboles singulares a aquellos ejemplares arbóreos o arbustivos de porte arborescente con unas características extraordinarias de rareza, porte, edad, significado histórico, cultural o científico, que se incluyen en el Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, que ha sido creado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.

En la zona de estudio se localizan tres árboles singulares, descritos en anterior epígrafe: Pino del Cortijo El Pino, Majuelo de las Praderas y Algarrobo de la Ermita.