II.1. HISTORIA DEMOGRÁFICA DE LA COMARCA DEL VALLE DE LECRÍN.[1]

Del siglo XVII a nuestros días.

Durante el s. XVI se produce un profundo cambio de panorama en el Valle de Lecrín, que afecta tanto al orden social, como al político, religioso y económico.

Granada en su conjunto pasa de ser capital de estado, que atraía la mirada de todas las cortes europeas hasta la época del propio emperador Carlos V, a ser una provincia más de la corona española abocada a un paulatino retroceso poblacional y económico que se prolongará hasta bien avanzado el siglo XX.

Si observábamos que el Valle de Lecrín llegaba a finales del siglo XVI con una población de unos 6.000 h., los primeros datos que poseemos del s. XVIII, indican que nuestra comarca contaba tan sólo con unos 3.900 h. en 1718, aunque se evidencia una lenta recuperación de la población del Valle a lo largo del s. XVIII, alcanzando los 6.280 h. en 1730, para superar los 10.000 h. en 1730, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, y ascender a 13.032 h. en 1787.

Así pues, hasta el último tercio del s. XVIII el Valle de Lecrín no recupera el nivel de población que había tenido a finales del reino nazarí, momento en que ya había sido esquilmada su población por las continuas guerras civiles nazaríes.

Será a lo largo del s. XIX, con todo, cuando el Valle de Lecrín se pueble hasta alcanzar el equilibrio poblacional que conocemos en la época contemporánea, a pesar de las diversas crisis económicas, migraciones y epidemias que le han afectado durante estos dos últimos siglos.

Si en 1826 se calculan en 18.951 los habitantes del Valle, en 1857 se superan, por primera vez, los 20.000 h. para llegar a 1900 con 21.895 h. después de algunos retrocesos sufridos al final de esta centuria, según estudio con precisión Francisco Villegas Molina.

Las primeras décadas del siglo XX traen prosperidad a diferentes municipios a un Valle de Lecrín que hasta entonces había sido una comarca casi exclusivamente agrícola y con una economía de subsistencia.

Las nuevas comunicaciones estatales de comienzos de siglo, unidas al establecimiento de algunas industrias manufactureras, dan nueva vida al Valle, a pesar de la modestia de los progresos si los comparamos con los de las zonas industrializadas del país.

En Dúrcal, por ejemplo, se construye, en los años veinte, el teleférico más largo del momento en Europa: con 38 km. de longitud, este cable unía el Puerto de Motril con Dúrcal, y pretendía ser el enlace rápido y eficaz que durante tanto tiempo habían anhelado las fuerzas económicas de Granada, para transportar los productos de la costa por vía férrea hasta la estación de Granada y a otros puntos de España.

Sin embargo, esta imaginativa solución reveló pronto sus carencias y el cable terminaría siendo desmontado en 1959, debido a las numerosas averías, robos y al desarrollo de los transportes por carretera.

Permaneció, eso sí, hasta unos años más tarde, el tranvía de Dúrcal para el transporte de pasajeros, y se conservó también el célebre "Puente de Lata" o de "Hierro", que había formado parte de otro puente más extenso instalado en Gor y que se reformó, con planos de 1924, para salvar la garganta del río Dúrcal y completar de este modo las instalaciones del teleférico.

En esta época florece el sindicalismo agrícola en todo el Valle de Lecrín, con especial protagonismo del anarquismo y el socialismo, aunque para contrarrestarlo la iglesia promueve los sindicatos católicos, siendo especialmente activo el que dirigiera el párroco de Dúrcal, Don Rafael Ponce de León, que editó el periódico El Valle de Lecrín como "órgano de propaganda religiosa, social y agraria" desde 1913 hasta 1926, inaugurando así, posiblemente, la prensa en la comarca.

Digno es de mención el desarrollo turístico producido en Lanjarón al consolidarse como uno de los más importantes balnearios de España entre el s. XIX y el XX. Los manantiales fueron descubiertos casualmente en 1774, y en 1793 se hicieron los primeros análisis científicos de sus aguas, que empezaron a ser visitadas por enfermos de todo el país.

Los prometedores avances económicos de los albores del s. XX, se van a ver pronto truncados por el estallido de la Guerra Civil, que representa un gran retroceso en todos los órdenes, no superado hasta bastantes décadas después.

En 1930 el Valle de Lecrín alcanza los 26.918 h., constituyéndose como sus núcleos principales Padul, que con un gran desarrollo agrícola tenía 5.525 h., seguido de Lanjarón, con 4.644 h., Dúrcal, con 4.443 h., Albuñuelas, con 2.340, Pinos del Valle (1.469) y Nigüelas (1.398); el resto de nuestros pueblos tendrán, en 1930, una población inferior a los mil habitantes.

La conmoción que produce la Guerra Civil española (1936-1939) en todo el país y, de forma clara también, en el Valle de Lecrín, inaugura un prolongado periodo de sequía económica, cultural y educativa que abarca toda la posguerra y llega hasta finales de los años sesenta.

Aunque la población, cuya pirámide de edad responde a la situación típica de un país subdesarrollado, con una natalidad muy amplia y una esperanza de vida reducida, se recupera lentamente hasta alcanzar los 30.000 h. en los años cuarenta, lo cierto es que se produce un estancamiento del crecimiento demográfico en los veinte años siguientes, hasta llegar incluso a retroceder sensiblemente en la década de los sesenta, debido a la emigración masiva de mano de obra a otras provincias españolas industriales y a diversos países europeos.

En 1970 el Valle de Lecrín contaba sólo con 27.356 h., una cifra similar a la existente antes de comenzar la Guerra Civil.

A partir de la recuperación de la democracia y la aprobación de la Constitución de 1978, se producen transformaciones sociales y económicas de gran alcance en nuestra comarca.

La creación de la Mancomunidad de Municipios del Valle de Lecrín, cuyos estatutos fueron aprobados a comienzos de 1984 (Lanjarón decidió su incorporación a la Mancomunidad de la Alpujarra), fue un hito importante hacia una mayor coordinación de las políticas de servicios, comunicaciones, cultura y nuevas iniciativas de desarrollo, que todavía deberá dar nuevos frutos y mostrarse más eficaz.

Junto con el retorno paulatino de los emigrantes a lo largo de los ochenta, el Valle se incorpora definitivamente a la red de enseñanza estatal con una notable mejora y extensión de la enseñanza primaria y la creación de los primeros centros de secundaria y formación profesional, se introducen mejoras sanitarias considerables y proliferan nuevas iniciativas culturales, tanto privadas como dependientes de las administraciones, aunque serán casi siempre bastante modestas.

Algún día habrá que hacer, no obstante, el inventario de los poetas, como José Gutiérrez de Lanjarón o José Heredia Maya de Albuñuelas, pintores, músicos e intelectuales que han salido del Valle de Lecrín, sobre todo a partir de la segunda mitad del s. XX, gracias a las nuevas oportunidades educativas de las que adoleció nuestra comarca durante lustros.

En algunos de nuestras localidades se produce, por otro lado, una definitiva transformación de su economía agrícola en una economía mayoritariamente de servicios, y se convierten en municipios residenciales con estrechas relaciones con la capital.

Al mismo tiempo aumentan los desequilibrios entre los pueblos del Valle de Lecrín, apreciándose la constitución de algunos núcleos centralizados de servicios, caso de Dúrcal y Padul, y el progresivo despoblamiento de otros lugares. Las nuevas comunicaciones y las industrias dan un adecuado rendimiento económico, que favorece la estabilización de la población y un nivel de vida aceptable, aunque algo inferior a la media nacional, pero, al mismo tiempo, se producen serios atentados contra el entorno natural que hasta la fecha no se habían producido.

Las vías de enlace, la extensión de las empresas de áridos, así como el incremento no suficientemente planificado del casco urbano de algunos municipios, o las intervenciones incontroladas en la sierra, están afectando peligrosamente al bello entorno natural del Valle de Lecrín.

Algunas iniciativas de turismo rural resultan positivas, si se conducen adecuadamente, hacia el aprovechamiento ecológico de la típica vivienda rural de la zona y de los maravillosos parajes del Valle.

 [1]Fuente:  www.adurcal.com/historia